20 de noviembre de 2008

Cartas 3

EL INTERÉS MÁS DESINTERESADO (I)

Hace ya bastantes años que esta muletilla servía para cerrar un anuncio de las Cajas de Ahorros, con el que se quería resaltar su vertiente social, aludiendo a los Estatutos de dichas Entidades que, claramente, establecen que sus beneficios deben revertir a la sociedad en forma de obras sociales.

Las Cajas de Ahorros no tienen socios que se sienten en sus Consejos de Administración por lo que los mismos están formados por representantes de las administraciones, de los ahorradores y de los empleados pero son los primeros los que marcan las pautas a seguir al tener la mayoría en dichos Consejos y, como no podía ser de otra manera, los políticos tratan de llevar el agua a su molino en todo cuanto se refiere a unas entidades que mueven tan gran cantidad de recursos.

Desde hace unos 30 años, a las Cajas que, primitivamente estaban dirigidas a las familias y pequeños ahorradores, se les ha ido permitiendo realizar más y más operaciones dirigidas a pequeñas, medianas y grandes empresas y en estos momentos de crisis parece que la panacea para solucionar todos los males de la economía sea, al menos en algunas latitudes, la fusión de cajas para conseguir crear entidades más potentes y con más recursos.

Debo reconocer que la palabra “fusión” (no sé si será por aquello de la “fusión nuclear”) me produce cierto “estremezor” pero cuando empezamos a analizar las implicaciones de una hipotética fusión de Cajas en nuestro entorno inmediato, directamente, me echo a temblar.

Hace ya algún tiempo que la Junta de Castilla y León acaricia la idea de fusionar las Cajas de la Comunidad con el inconfesado (e inconfesable) propósito de ubicar la central de la Caja resultante en Valladolid, alegando para ello, como para tantas otras cosas, su situación “centrada” (geográficamente hablando) respecto a todas las provincias que forman esta inusual autonomía birregional. Por cierto no deja de ser curiosa esa “búsqueda del centro” cuando capitales de países tan importantes como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Alemania no se ubican muy “en el centro” que digamos, lo que no les impide ser grandes potencias.

Abona la anterior sospecha el hecho de que solamente se dejara una oficina abierta del Banco de España en toda la Comunidad, la más extensa de España y mucho mayor que varios países europeos, mientras autonomías con mucha menor extensión como la Comunidad Valenciana o el País Vasco cuentan con dos sedes del Banco central.

Pero volvamos al proyecto de fusión en el que se perfilan dos grandes perjudicadas: León y Salamanca, sedes de las dos Cajas más potentes, ubicadas en dos provincias que se encuentran entre las que tienen mayores problemas de despoblación y menor renta per cápita no solo de la Comunidad sino de toda España y que, de llevarse a efecto, asistirán, más pronto que tarde, a un nuevo “trasvase” de puestos de trabajo a Valladolid (no menos de 1.000 puestos directos con buenas remuneraciones más los indirectos en cascada). Curiosa manera, una vez más, de remediar el desequilibrio interprovincial.

La proyectada fusión no consiguió “adhesiones inquebrantables” entre las directivas de las cajas implicadas, destacando la sonora negativa del presidente de la Caja de Ávila, del PP al igual que el Consejero Villanueva, adalid de la idea, encontrándonos también, en estas últimas fecha, con el rechazo de Burgos a la idea, ante el temor de que sea, una vez más, Valladolid la beneficiaria de este proyecto.

Sin embargo, la crisis mundial en que nos encontramos ha venido a dar a los políticos una aparente justificación, e insisto en lo de “aparente” porque se cuidan muy mucho de decir que las entidades a las que ha sido preciso rescatar en otros países eran monstruos por su tamaño, siendo precisamente dicho tamaño una de las causas de sus problemas.

No obstante, asistimos a la “Crónica de una fusión anunciada”, disfrazada últimamente de “superdirección general” para las seis cajas existentes en la autonomía, “nuevo modelo financiero” que, sinceramente, no se comprende muy bien.

¿Cómo es posible que entidades que deben hacerse la competencia entre sí tengan una “superdirección” común? ¿En función de qué parámetros se tomarán las decisiones de abrir o cerrar oficinas y de establecerse o no en una determinada localidad o provincia, de llevar una u otra política de captación de clientes y qué intereses defenderá la “superdirección”? Es evidente que al encontrarnos con intereses contrapuestos será imposible apoyar a todos o ser imparcial por lo indudablemente volvemos al temor inicial ¿A quien se quiere beneficiar con esta fusión, a los ciudadanos de toda la Comunidad o a la ciudad más centralista de toda España? Y al propio tiempo ¿no tiene nada que decir ante esto el Tribunal de la Competencia?

Todo está inventado y si el verdadero interés de esta operación fuera económico tendríamos cumplida y veraz información de cuanto sucede en otras comunidades con la fusión de las Cajas. ¿Se animan a verlo en breve?

Alicia Valmaseda Merino

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